En octubre de 2019, Chile se vio sacudido por una explosión de ira colectiva que involucró a amplios sectores de la población, movilizando por varias semanas a cientos de miles de personas en la capital y en las principales ciudades del país. Las manifestaciones se desencadenaron, inicialmente, por el aumento del precio de los pasajes del metro de Santiago. No obstante, al poco tiempo, las protestas se expandieron y radicalizaron, derivando –no pocas veces– en expresiones de violencia de diversa índole, a las que el entonces gobierno de centroderecha, liderado por Sebastián Piñera, respondió con vehemencia. La represión oficialista, cuya fuerza no se había visto desde el fin de la dictadura, dejó un reguero de personas heridas, muertos y miles de detenidos en pocos días. Las principales reivindicaciones de las protestas incluían el derecho a la educación, la sanidad y las pensiones, es decir, sectores que fueron privatizados, casi en su totalidad, durante los años del régimen. Igualmente, en las calles se demandaba el pleno reconocimiento de los derechos sociales, la reducción de las desigualdades económicas y socioculturales, y la adopción de una nueva Constitución, que pondría fin al legado institucional de Pinochet. Así, las movilizaciones pasaron desde un argumento coyuntural a la necesidad de cambiar el país heredado del régimen cívico-militar y de todos aquellos que habían dirigido la nación desde el retorno a la democracia. En consecuencia, para explicar dichos acontecimientos, nos hemos propuesto repasar los últimos 30 años de historia chilena para poner de manifiesto los límites y contradicciones que tuvo el “proceso de transición democrática”.

Chile y la transición inconclusa. Una perspectiva histórica

Alessandro Guida
2024-01-01

Abstract

En octubre de 2019, Chile se vio sacudido por una explosión de ira colectiva que involucró a amplios sectores de la población, movilizando por varias semanas a cientos de miles de personas en la capital y en las principales ciudades del país. Las manifestaciones se desencadenaron, inicialmente, por el aumento del precio de los pasajes del metro de Santiago. No obstante, al poco tiempo, las protestas se expandieron y radicalizaron, derivando –no pocas veces– en expresiones de violencia de diversa índole, a las que el entonces gobierno de centroderecha, liderado por Sebastián Piñera, respondió con vehemencia. La represión oficialista, cuya fuerza no se había visto desde el fin de la dictadura, dejó un reguero de personas heridas, muertos y miles de detenidos en pocos días. Las principales reivindicaciones de las protestas incluían el derecho a la educación, la sanidad y las pensiones, es decir, sectores que fueron privatizados, casi en su totalidad, durante los años del régimen. Igualmente, en las calles se demandaba el pleno reconocimiento de los derechos sociales, la reducción de las desigualdades económicas y socioculturales, y la adopción de una nueva Constitución, que pondría fin al legado institucional de Pinochet. Así, las movilizaciones pasaron desde un argumento coyuntural a la necesidad de cambiar el país heredado del régimen cívico-militar y de todos aquellos que habían dirigido la nación desde el retorno a la democracia. En consecuencia, para explicar dichos acontecimientos, nos hemos propuesto repasar los últimos 30 años de historia chilena para poner de manifiesto los límites y contradicciones que tuvo el “proceso de transición democrática”.
2024
978-88-95285-79-5
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